Sola, caminando por la calle a altas horas de la noche. El amanecer a punto de salir y un baño de pensamientos azotando cada rincón de su existencia.
Puede parecer un momento idílico, perfecto para un tiempo de reflexión, pero simplemente fueron hace un par de horas que no dejaron que esta pobre loca durmiera tranquila.
Las calles vacías, ningún alma en pie que pudiera sostener su existencia, solo ella y sus pensamientos acompañados de los pequeños bichejos de la noche.
El camino de vuelta a casa más largo del mundo en el que cada paso se tornaba en una profunda discusión entre lo correcto e incorrecto, la moral o la desfachatez, el engaño o la verdad. Un duelo entre el entender de esa mente perturbada y sus idas y venidas de fantasías y ensoñaciones de cuentos de hadas. En definitiva, la decisión entre lo que realmente era cierto y lo que le estaba nublando la vista.
Habían pasado tantos meses desde aquel desagradable infortunio, que ya no se acordaba lo que era el real sentimiento. Sus idas y venidas le traían de cabeza acercaban hacia ella más y más incertidumbres con cada bandazo que daba con sus decisiones. Ella solo quería divertirse y sentirse libre, pero, ¿a costa de qué precio?
Cada paso que intentaba avanzar este se volvía en contra de ella y le hacia retroceder dos. Simplemente necesitaba despejar la mente, abstraerse del mundo y encontrarse de nuevo a sí misma, pero en este caso parecía que se trataba de lo contrario. Paso tras paso la alejaban de esa tranquilidad que tanto deseaba hasta que cierto día la fortuna le sonrió tímidamente y un minúsculo rayo de sol acechó su puerta.
Era perfecto a simple vista. Cálido. agradable, te hacia sentir a gusto y olvidarte de los problemas durante el instante que lo contemplabas. Te abstraía por completo y cada vez más y más sin darte cuenta que el que decidía cuándo y dónde aparecía era ese rayo y no la pobre muchacha. Pero ella, aún así, dejó toda su voluntad en ese rayo haciendo que esos momentos en el que ambos coexistían los problemas del mundo exterior se desvanecieran y solo, solo sintiera esa cálida caricia por la espalda.
Ella sabía que esto no era para siempre pero, no se le puede negar de vez en cuando un caramelito a un niño, ¿verdad? Aunque no fuera el caramelo completo que ella creía que estaba buscando.
Aún así sufriendo por no caer en la tentación del rayo, no más de lo debido, siguió el camino de su propio encuentro, pero igualmente nadie dijo que el sendero estaba libre de pruebas.
¿Y si hubiera encontrado la otra mitad del rayo del sol? Esa parte que al calor le faltaba, aún proporcionándole éste esa seguridad y ese ardiente deseo de más, esa locura y esa excitación que creía olvidaba. ¿Y si tuviera la compañía que le faltaba? Las horas parados uno frente al otro hablando de tonterías pero que le sacaba la más tonta de las sonrisas, que pocos se merecen. ¿Y si tuviera el carácter humano que tanto echaba en falta de el otro, de ese ardiente rayo?
Ella no sabía si lo que le más dolía era tener lo mejor de ambos mundos sin saber qué hacer o que aún sabiendo eso, jugar entre la fina linea que los separaba no iba a tener un final feliz.